sábado, 15 de septiembre de 2012

EL COMBATE ESPIRITUAL DEL CRISTIANO.

El COMBATE ESPIRITUAL DEL CRISTIANO.
San Pablo en Efesios 6:10-20.
Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible.
Protejanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea. Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el dia malo y, despues de haberse preparado bien, mantenganse firmes.
Asi que mantenganse firmes, revestidos de la verdad, y protegidos por la rectitud. Esten siempre listos para sali anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvacion sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espiritu Santo. No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espiritu. Mantenganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo. Oren tambien por mi, para que Dios me de las palabras que debo decir, y para que pueda hablar con valor y dar asi a conocer el designio secreto de Dios, contenido en el  evangelio. Dios me ha enviado, como embajador de este mensaje, por el cual estoy preso ahora. Oren para que yo hable de el, sin temor alguno.
Palabra de Dios. (Biblia Dios Habla Hoy, version catolica)

ORACION Y REFLEXION DE LOS FIELES.

Dios Todopoderoso y Eterno que nos has dejado como a San Pablo esta sagrada mision de buscar tu fuerza y estar firmes contra las fuerzas malignas que nos rodean y asi poder resistir en el dia malo. Nos pides que nos mantengamos firmes con una fe inquebrantable, siempre fieles a tu Palabra y llenos del poder del Espiritu Santo para llevar tu evangelio y tu palabra al pueblo santo. Y cuando nos das esta sagrada mision nos das las herramientas necesarias para asi tus embajadores y de orar los unos por los otros.
Queremos pues rogarte que todos nuestros hermanos que pertenecen y visita esta pagina logren comrender que ellos tambien son tus embajadores. Danos pues a todos tu armadura y tu casco para ser ese jejercito que luche para dar a conocer tu Palabra Santa, con fe, rectitud, conociendo que la lucha es ardua y tenaz porque no estamos luchando contra poderes humanos sino que nos estamos enfrentando a malignas fuerzas espirituales del cielo.
No es con espadas ni con ejercitos, mas con tu Santo Espiritu y unidos con tu Santisima Madre La Virgen Maria y todos tus ejercitos celestiales ya tenemos la victoria. Por ello te damos gracias y te alabamos y te bendecimos. Amen.

EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6
sábado 15 Septiembre 2012
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores.

Santo(s) del día  : San Nicomedes

Ver el comentario abajo,
Papa Benedicto XVI: Madre de la esperanza

Carta a los Hebreos 5,7-9. 
El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,

Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20. 
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: "Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos".
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad,
Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.

EVANGELIO según San Juan 19,25-27. 
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :

Papa Benedicto XVI
Encíclica  « Spe salvi » § 50 (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana
rev.)
Madre de la esperanza
Santa María..., el anciano Simeón te habló de la espada que
traspasaría tu corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción que tu Hijo
sería en este mundo. Cuando comenzó después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva familia... de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra (Lc 11,27s). No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el “signo de contradicción” (cf. Lc 4,28ss). Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes...Recibiste entonces la palabra: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre de una manera nueva:
madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la anunciación: “No temas, María” (Lc 1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis!... En la hora de Nazaret el ángel también te dijo: “Su reino no tendrá fin” (Lc 1,33). ¿Acaso había terminado antes de empezar? No, junto a la cruz... te convertiste en madre de los creyentes. Con esta fe... te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos...El “reino” de Jesús era distinto de como lo habían podido imaginar los hombres. Este “reino” comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos (cf Ac 1,14)como madre suya, como Madre de la esperanza.

ORACIONES VARIAS:
P Alexander Castillo CP 13 de Septiembre de 2012 17:33 
Pecadores perdidos y desamparados.

Oh Jesús, ayúdame porque soy un pecador, desamparado y en tinieblas.
Yo soy débil y falto de valor para buscarte. Dame la fortaleza para llamarte ahora, para que así pueda desprenderme de las tinieblas dentro
de mi alma. Tráeme dentro de Tu Luz, querido Jesús, perdóname, Ayúdame a ser nuevo otra vez y llévame a Tu Amor, paz y Vida Eterna.  Yo confío en Ti completamente y Te pido, que me tomes en mente, cuerpo y alma mientras yo me rindo a Tu Divina Misericordia. Amén.


ORACION A NUESTRA SEÑORA DESATANUDOS.
Santa María desatadora de nudos
Santa María, llena de la presencia de Dios,
durante los días de tu vida aceptaste con
toda humildad la voluntad del Padre,
y el Maligno nunca fue capaz de enredarte con
sus confusiones.
Ya junto a tu Hijo intercediste por nuestras dificultades y,
con toda sencillez y paciencia,
nos diste ejemplo de cómo desenredar
la madeja de nuestras vidas.
Y al quedarte para siempre como
Madre Nuestra, pones en orden y haces mas
claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra,
Tú que con corazón materno desatas los
nudos que entorpecen nuestra vida,
te pedimos que nos recibas en tus manos
y que nos libres de las ataduras y confusiones
con que nos hostiga el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo,
líbranos de todo mal, Señora Nuestra
y desata los nudos, que impiden nos unamos a Dios,
para que libres de toda confusión y error,
lo hallemos en todas las cosas, y
tengamos en El puestos nuestros
corazones y podamos servirle
siempre en nuestros hermanos.
Amén.

ORACION PIDIENDOLE A LA VIRGEN UN FAVOR.

Te pido perdón, pues me acerco
¡oh María!,
con interés de pedirte.
Sé que tu Hijo amado nada te niega,
y con esa confianza, sabiendo de tu inmensa bondad,
es que me atrevo a pedirte
que intercedas
para obtenerme la gracia
que ahora te solicito:___________.
Amén.

ORACION DE LOS POLITICOS:

Jesucristo, Hijo de Dios omnipotente y eterno, Creador, Rey y
Señor de la historia, Supremo Legislador, de quien emana y depende todo poder: nosotros, hombres y mujeres políticos católicos, sobre quienes recae la carga del servicio a la nación, imploramos la ayuda de Tu Espíritu para el ejercicio de la política como ciencia, arte y virtud,
para edificar la justicia social y el bien común.
Danos, Señor, la gracia de testimoniar, como Tomás Moro, la inalienable dignidad de la conciencia, sin abandonar la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones, para que sepamos afirmar con nuestra vida y con nuestra muerte que el ser humano no se puede
separar de Dios, ni la política de la moral. Danos fortaleza
para animar con el espíritu del Evangelio el orden temporal, respetando su naturaleza y su legítima autonomía. Infunde en nuestros corazones la humildad necesaria para reconocernos siervos inútiles y el valor y la perseverancia necesarios para hacer todo como si todo dependiera de
nosotros ,abandonándonos en Ti porque todo depende de Ti.
Enséñanos, Señor, a ser congruentes,coherentes con nuestra vida para que sepamos promover la verdad moral objetiva e irrenunciable que implica: defender la vida humana y su dignidad desde la concepción hasta la muerte natural; tutelar a la familia fundada por un hombre y una mujer y protegerla en su unidad y estabilidad; reconocer la libertad de los padres en la educación de sus hijos; eliminar cualquier forma de esclavitud o discriminación de las personas; impulsar el derecho a la libertad religiosa; desarrollar una economía al servicio de la persona en un marco de justicia, solidaridad y subsidiariedad y trabajar incansablemente por la paz que es siempre "obra de la justicia y efecto de la caridad".
Con el Papa Clemente XI, te pedimos, Señor, que nos enseñes a hacer Tu voluntad queriendo todo aquello que quieres Tú, precisamente porque lo quieres Tú, como Tú lo quieras y durante el tiempo que Tú lo quieras; que nos des Tu gracia para ser obedientes con nuestros superiores, comprensivos con nuestros colaboradores, solícitos con todas las personas y generosos con quienes se dicen nuestros enemigos; que nos ayudes a superar son austeridad el placer, con generosidad la avaricia, con amabilidad la ira y con fervor la tibieza; que sepamos tener prudencia al aconsejar, valor en los peligros, paciencia en las
dificultades y sencillez en los éxitos. Muéstranos, te lo suplicamos, cómo hacer de la política un camino de santidad, para que nunca nos avergoncemos de Ti ante el mundo, para que Tú, Señor, no nos niegues delante del Padre.
Escúchanos, Señor, a fin de que nunca falte tu luz a nuestra
mente, tu fuerza a nuestra voluntad y el calor de tu caridad a nuestro corazón, para que amemos en verdad a quienes servimos. Infúndenos un sentimiento vivo, actual y profundo de lo que es el orden social, pensado por Ti, fundado en el derecho natural; y haz que un día, justamente con aquellos a quienes tuvimos la misión de servir, podamos gozar de Ti bajo la mirada amorosa de Tu dulcísima Madre, María
Santísima de Guadalupe, por toda la eternidad. Así sea.
CON LICENCIA ECLESIÁSTICA
Arquidiócesis Primada de México

DISCURSO DEL SANTO PAPA BENDICTO XVI EN SU VISITA AL LIBANO.

BEIRUT, 15 Sep. 12 / 09:32 am (ACI).-  
Señor Presidente de la República,
señoras y señores representantes de las autoridades parlamentarias, gubernamentales, institucionales y políticas del Líbano, señoras y señores Jefes de misión diplomática,
Beatitudes, responsables religiosos, queridos hermanos en el episcopado, señoras y señores, queridos amigos
«La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27). Con estas palabras de Cristo, deseo saludaros y agradeceros vuestra acogida y vuestra presencia. Señor Presidente, le agradezco no solamente sus cordiales palabras sino también por haber permitido este encuentro. Acabo de plantar con vosotros un cedro del Líbano, símbolo de vuestro hermoso país. Al ver este arbolito y las atenciones que necesitará para
fortalecerse y llegar a extender majestuosamente sus ramas, pienso en vuestro país y su destino, en los libaneses y sus esperanzas, en todas las personas de esta región del mundo que parece conocer los dolores de un alumbramiento sin fin.
He pedido a Dios que os bendiga, que bendiga al Líbano y a todos los habitantes de esta región que ha visto nacer grandes religiones y nobles culturas. ¿Por qué ha elegido Dios esta región? ¿Por qué vive en la turbulencia? Pienso que Dios la ha elegido para que sirva de ejemplo,
para que dé testimonio de cara al mundo de la posibilidad que tiene el hombre de vivir concretamente su deseo de paz y reconciliación. Esta aspiración está inscrita desde siempre en el plan de Dios, que la ha grabado en el corazón del hombre. Me gustaría hablar con vosotros de la paz, pues Jesús ha dicho: «La paz os dejo, mi paz os doy».
Un país es rico, ante todo, por las personas que viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su conjunto, y de su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso sólo será posible en una sociedad unida. Sin embargo, la unidad no es uniformidad. La cohesión de la sociedad está asegurada por el respeto constante de la dignidad de cada persona y su participación responsable según sus capacidades, aportando lo mejor que tiene.
Con el fin de asegurar el dinamismo necesario para construir y consolidar la paz, hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser humano. La dignidad del hombre es inseparable del carácter sagrado de la vida que el Creador nos ha dado. En el designio de Dios, cada persona es única e irremplazable. Viene al mundo en una familia, que es su primer lugar de humanización y, sobre todo, la primera que educa a la paz.
Para construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios.
La indiferencia o la negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre impide que se respete esta gramática que es la ley natural inscrita en el corazón humano (cf. Mensaje para la Jornada
Mundial de la Paz 2007, 3). La grandeza y la razón de ser de toda persona sólo se encuentra en Dios. Así, el reconocimiento incondicional de la dignidad de todo ser humano, de cada uno de nosotros, y la del carácter sagrado de la vida, comportan la responsabilidad de todos ante
Dios. Por tanto, debemos unir nuestras fuerzas para desarrollar una sana antropología que integre la unidad de la persona. Sin ella, no será posible construir la paz verdadera.
Aún siendo más evidentes en los países que sufren conflictos armados –esas guerras llenas de vanidad y de horror-, los atentados contra la integridad y la vida de las personas existen también en otros países. El desempleo, la pobreza, la corrupción, las distintas adicciones, la explotación, el tráfico de todo tipo y el terrorismo comportan, además del sufrimiento inaceptable de los que son sus víctimas, un deterioro del potencial humano. La lógica económica y financiera quiere imponer sin cesar su yugo y hacer que prime el tener sobre el ser.
Pero la pérdida de cada vida humana es una pérdida para la humanidad entera. Ésta es una gran familia de la que todos somos responsables.
Ciertas ideologías, cuestionando directa o indirectamente, e incluso legalmente, el valor inalienable de toda persona y el fundamento natural de la familia, socavan las bases de la sociedad. Debemos ser conscientes de estos ataques contra la construcción y la armonía del vivir juntos.
Sólo una solidaridad efectiva constituye el antídoto a todo esto.
Solidaridad para rechazar lo que impide el respeto de todo ser humano, solidaridad para apoyar las políticas y las iniciativas que actúan para unir los pueblos de modo honesto y justo. Es grato ver los gestos de colaboración y verdadero diálogo que construyen una nueva manera de vivir juntos. Una mejor calidad de vida y de desarrollo integral sólo es posible compartiendo las riquezas y las competencias, respetando la identidad de cada uno. Pero un modo de vida como éste, compartido, sereno y dinámico, únicamente es posible confiando en el otro, quienquiera que sea.
Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad, donde lo que une es justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad. En esto se encuentra el camino de la paz. En ello reside el compromiso que se nos
pide. Ahí está la orientación que debe presidir las opciones políticas y económicas, en cualquier nivel y a escala mundial.
Para abrir a las generaciones futuras un porvenir de paz, la primera tarea es la de educar en la paz, para construir una cultura de paz. La educación, en la familia o en la escuela, debe ser sobre todo la educación en los valores espirituales que dan a la transmisión del saber y de las tradiciones de una cultura su sentido y su fuerza. El espíritu humano tiene el sentido innato de la belleza, del bien y la verdad. Es
el sello de lo divino, la marca de Dios en él. De esta aspiración universal se desprende una concepción moral sólida y justa, que pone siempre a la persona en el centro.
Pero el hombre sólo puede convertirse al bien de manera libre, ya que «la dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa» (Gaudium et spes, 17). La tarea de la educación es la de acompañar la maduración de la capacidad de tomar opciones libres y justas, que puedan ir a contracorriente de las opiniones dominantes, las modas, las ideologías
políticas y religiosas. Éste es el precio de la implantación de una cultura de la paz.
Evidentemente, hay que desterrar la violencia verbal o física. Ésta es siempre un atentado contra la dignidad humana, tanto del culpable como de la víctima. Además, valorizando las obras pacíficas y su influjo en el bien común, se aumenta también el interés por la paz. Como atestigua la historia, tales gestas de paz tienen un papel considerable en la vida social, nacional e internacional.
La educación en la paz formará así hombres y mujeres generosos y rectos, atentos a todos y, de modo particular, a las personas más débiles. Pensamientos de paz, palabras de paz y gestos de paz crean una atmósfera de respeto, de honestidad y cordialidad, donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación. Que los hombres de Estado y los responsables religiosos reflexionen sobre ello.
Debemos ser muy conscientes de que el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modo impersonal o determinista. El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad.
Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse. Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de Dios, trata de pervertir el segundo, el amor al prójimo.
Con él, el amor al prójimo desaparece en beneficio de la mentira y la envidia, del odio y la muerte. Pero es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Estamos llamados a esta conversión del corazón. Sin ella, las tan deseadas "liberaciones" humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte.
Se necesita la transformación profunda del espíritu y el corazón para encontrar una verdadera clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común. Una mirada nueva y más libre hará que sea posible analizar y poner en cuestión los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de
avanzar, teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo.
Esta conversión que se requiere es exaltante, pues abre nuevas posibilidades, al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella. Pero es particularmente exigente: hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas,
aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación y la paz para todos (cf. Rm 12,16b.18).
Sólo entonces podrá crecer el buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la consideración sin conmiseración de unos por otros y el respeto de los derechos de cada uno. En el Líbano, el cristianismo y el Islam habitan el mismo espacio desde hace siglos. No es raro ver en
la misma familia las dos religiones. Si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad? Lo específico de Oriente Medio se encuentra en la mezcla de diversos componentes.
Es cierto que se han combatido, desgraciadamente es así. Una sociedad plural sólo existe con el respeto recíproco, con el deseo de conocer al otro y del diálogo continuo. Este diálogo entre los hombres es posible únicamente siendo conscientes de que existen valores comunes a todas las grandes culturas, porque están enraizadas en la naturaleza de la persona humana. Estos valores que están como subyacentes, manifiestan los rasgos auténticos y característicos de la humanidad. Pertenecen a los derechos de todo ser humano. Con la afirmación de su existencia, las diferentes religiones ofrecen una aportación decisiva.
No olvidemos que la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros. Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera. La pérdida o el debilitamiento de esta libertad priva a la persona del derecho sagrado a una vida íntegra en el plano espiritual. La así llamada tolerancia no elimina las discriminaciones,
sino que a veces incluso las reafirma. Y sin la apertura a lo
trascendente, que permite encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida y la manera de vivir moralmente, el hombre se hace incapaz de actuar con justicia y de comprometerse por la paz.
La libertad religiosa tiene una dimensión social y política
indispensable para la paz. Ella promueve una coexistencia y una vida armoniosa a causa del compromiso común al servicio de causas nobles y de la búsqueda de la verdad que no se impone por la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad» (Dignitatis humanae, 1), la Verdad que está
en Dios. Puesto que la creencia vivida lleva invariablemente al amor. La creencia auténtica no puede llevar a la muerte. El artífice de la paz es humilde y justo. Los creyentes tienen hoy, por tanto, un papel esencial, el de testimoniar la paz que viene de Dios y que es un don que se da a todos en la vida personal, familiar, social, política y económica (cf. Mt 5,9; Heb 12,14). No se puede consentir que el mal triunfe por la pasividad de los hombres de bien. Sería peor que no hacer nada.
Estas reflexiones sobre la paz, la sociedad, la dignidad de la
persona, sobre los valores de la familia y la vida, sobre el diálogo y la solidaridad no pueden quedar como el simple enunciado de ideas.
Pueden y deben ser vividas. Estamos en el Líbano y aquí es donde han de vivirse.
El Líbano está llamado, ahora más que nunca, a ser un ejemplo.
Políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura, os invito, pues, a dar testimonio con valor en vuestro entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz, que Dios nos confía la paz. «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27), dice Cristo. Que
Dios os bendiga. Gracias.

HOY CELEBRAMOS A LA VIRGEN DE LOS DOLORES.

Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también hoy, 15 de septiembre.
La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.
En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete
Dolores, el tercer domingo de setiembre de todos los años.

LOS SIETE DOLORES DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA.

    * La  profecía del anciano Simeón.
    * La  huida en Egipto
    * El  niño Jesús perdido
    * María  encuentra a Jesús cargado con la  Cruz
    * Quinto  dolor María al pie de la cruz
    * María  recibe en sus brazos el cuerpo difunto de su hijo
    * Sepultura  de Jesús y Soledad de María, nuestra Madre
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1º Dolor
La  profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús
Virgen María: por el dolor que  sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma,  por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu  participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te  acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos  dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…

2º Dolor
La  huida a Egipto con Jesús y José
Virgen María: por el dolor que  sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes  penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era  perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna;  te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que  sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve, María,…

3º Dolor
La  pérdida de Jesús
Virgen María: por las lágrimas que  derramaste y el dolor que
sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo  angustiada;
pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía  dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por  los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por
malos caminos.
Dios te salve, María,…
4º Dolor
El  encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen María: por las lágrimas que  derramaste y el dolor que
sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como  cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de  muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este  desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después  de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de  reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona
del mundo hubiera sido  suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor  del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran  dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una  humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para  levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por  los
méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos  ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,…
5º Dolor
La  crucifixión y la agonía de Jesús
Virgen María: por las lágrimas que  derramaste y el dolor que
sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en  las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz;  para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el  momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en  aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no  permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos  de la redención.
Dios te salve, María,…
6º Dolor
La  lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
Virgen María: por las lágrimas que  derramaste y el dolor que
sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón  de tu Hijo;
sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón  Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre,  sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus  brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto,  víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados;  te acompañamos en este dolor...
Y, por los méritos del mismo, haz que  sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,…
7º Dolor
El  entierro de Jesús y la soledad de María
Virgen María: por las lágrimas que  derramaste y el dolor que
sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador,  dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su  humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día  resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte  más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo  la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte  más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú,  Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus  sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en  este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de  nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve, Maria,…
Gloria al Padre

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1. La Santísima  Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete  gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y  rezando siete Avemarías:
    * Pondré paz en sus familias.
    * Serán iluminados en los Divinos Misterios.
    * Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
    * Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la
voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
    * Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
    * Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
    * He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que
propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
      
Nota: Gracias por ser parte de esta obra evangelizadora. Rogamos a nuestro Padre Dios Todopoderoso que nos conceda a todos la gracia de ser sus embajadores y llevar el evangelio al pueblo santo, acompañados de la Santisima Virgen Maria, San Jose y toda su corte de Santos Angeles. Amen.